Teodiceas y telarañas

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Teodiceas y telarañas, por Jordi Claramonte
Publicado en el Blog Estética modal el 16 de junio de 2009
Pascal vs. Spider-Man
“El término del bien es un mal y el término del mal es un bien”

(La Rochefoucauld, a.k.a. Doctor Oktopus)

La tercera entrega de la saga cinematográfica de Spider-Man, realizada en la peor época de la invasión de Irak, justo cuando acaban de salir a la luz las escabrosas imágenes de Abu Grahib, se ha construido, precisamente, en torno a la reflexión sobre esa imposibilidad de localizar el Bien y el Mal de forma clara. Los delincuentes en la peli de Spiderman son tipos con mala suerte, y Spider-Man mismo –con lo buena gente que es– puede llegar a convertirse en un macarra francamente enojoso. ¿Cómo puede ser eso?

Pues resulta que un buen día, sale Spider-Man en su moto a dar una vuelta con su novia por el campo cuando de repente cae una especie de meteorito procedente del espacio exterior, de ese meteorito emerge una especie de chapapote animado que se pega primero en la motocicleta del héroe y luego se le pega al cuerpo formándole un nuevo traje –negro- de superhéroe.

Entonces Spider-Man empieza a hacer cosas extrañas: su agresividad se desata, se vuelve colérico y vengativo. Hasta su sexualidad –sumamente pacata hasta entonces- empieza a desbordarse. En fin, Spiderman deja de ser el buen chico, vecino de escalera, que todos conocemos y se convierte en carcelero de Abu Grahib, con aficiones fotográficas.

Insistimos: ¿cómo ha sido posible semejante transformación? ¿De donde viene ahora el mal? ¿de una comprensión rigorista de los valores acaso? ¿de una incapacidad para sostener una ética generativa? No, el mal procede de un meteorito llegado de los confines del espacio, nada menos.

La tesis sorprende no tanto por contraste con la trayectoria filosófica de Spider-Man, cuanto porque, salvo el anecdótico hilo de la relación con su novia-aspirante-a-celebridad, toda la película se plantea abiertamente como una reflexión sobre el origen del mal. El supuesto asesino del tío de Peter Parker –un actor con aspecto de veterano del Viet-Nam- confiesa apenado: “No soy mala persona, sólo tengo mala suerte”. Vaya por Dios. Cuando el mismo Spider-Man se comporta groseramente con su casero, este dice juiciosamente: “Él es un buen chico, tiene que tener algún problema”. Ambos son ángeles que se han levantado con el día malo, sin contar lo del meteorito, que también es mala pata. En cualquier caso Spiderman podría muy bien sostener que un hombre no es ni un ángel ni un demonio, pero que se convierte en un demonio cuando tiene el día tonto.

Spider-Man perdona al asesino de su tío que se va volando convertido en hombre de arena y, digo yo, nosotros tendremos que perdonar a los torturadores de Abu Grahib que se estarán dedicando ahora al cultivo de pepinos deshidratados y que, al fin y al cabo, tampoco es que sean malas personas. No creo que ese sea el problema, o sí. Lo que sí que es un indudable problema es la regresión, en elegancia al menos, desde un sistema de razonamiento moral como el de Pascal que postula factores internos, al de Spider-Man que tiene la desfachatez de postular un cometa procedente del espacio exterior.

Por supuesto la cultura popular ha tenido la lucidez de no abandonar nunca del todo los ensayos de teodicea. Entre el 1932 y el 1941, justo marcando los puntos álgidos del fascismo en Europa, se rodaron dos versiones del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. En esta historia tenemos al menos un elemento de hybris clásica y el mal acaece cuando el hombre va más allá de determinados límites que ningún caballero británico, ni ningún psicoanalista argentino, debería sobrepasar. Esta especie de teodicea epistemológica puede apestar, pero tiene su cosa. Ahora bien, lo de Spider-Man con el meteorito no tiene nombre.

Algo se ha perdido por el camino y algo se ha ganado puesto que finalmente prevalece el sano optimismo de la voluntad: “Sea cual sea la adversidad que se nos presente, la batalla que ruja en nuestro interior, siempre tenemos elección. Son las decisiones las que nos hacen ser lo que somos y siempre podemos optar por lo correcto”. Chúpate esa, Pascal.

JORDI-CLARAMONTE Jordi Claramonte, Madrid, 16 de junio de 2009