HCH 15 / Marzo 2017
¿Hablamos el mismo idioma? Una reflexión desde el aula de Ciencias Sociales a propósito del arte contemporáneo, por Mario Corrales Serrano
(Ortega en los años 20)
En los días pasados, he tenido la oportunidad de leer en la prensa y ver en los informativos algunas noticias relacionadas con la celebración de la Feria de Arte Contemporáneo (ARCO) en Madrid. Siempre que veo referencias en las noticias sobre el arte contemporáneo me llama la atención observar cómo las noticias se quedan en la superficie, en la anécdota, sin entrar mucho en las formas en las que se expresa el arte contemporáneo, y mucho menos en el fondo. Estas noticias se suelen quedar en curiosidades y, casi siempre, destacan el choque entre el concepto clásico de arte (que podemos ver en las obras clásicas, como El Moisés de Miguel Ángel o el El entierro del Señor de Orgaz de El Greco, cuadros que tuve la oportunidad de contemplar también en estos días, en una visita a Toledo) con los nuevos lenguajes estéticos, que parecen no identificarse como arte, al menos al mismo nivel que las obras clásicas.
Uno de mis retos constantes como docente es trasladar al aula los temas relevantes de actualidad, ya que la educación cobra sentido en la medida en que ayuda a entender mejor el mundo en el que vivimos. Con esta intención, propuse en clase la siguiente actividad, relacionada con cuestiones de estética que estábamos viendo:
Pedí tres alumnos voluntarios, que no sabían qué tenían que hacer. A cada uno de ellos les asigné un número que correspondía a una obra de arte, y les mostré una lámina en la que aparecía la obra, para que la comentasen a su manera. Las tres obras eran las siguientes:
- El entierro del Señor de Orgaz (El Greco)
- La composición 8 (W. Kandinsky)
- La mer bleue (Anne-Marie Schneider)
Los dos primeros alumnos, mal que bien, lograron dar alguna explicación de la obra que estaban viendo. Sin embargo, el tercer voluntario se enfadó conmigo; me dijo que no sabía explicarlo porque no era arte ni era nada, y que no entendía cómo había quien pagase por ver o comprar eso.
Si el arte es uno de los principales vehículos de expresión de la cultura, está claro que con el arte contemporáneo tenemos un problema, al menos entre los alumnos de mis aulas (aunque sospecho que está más extendido). ¿Cómo es posible esa desconexión entre los lenguajes que utiliza nuestro arte y el público no especializado? ¿Qué consecuencias tiene esta desconexión a nivel cultural y social?
Buscando respuestas a estas cuestiones, me parecía bastante actual, aunque ya tiene un tiempo, la reflexión de Ortega y Gasset en su obra La deshumanización del arte (1925).
En esta reflexión, Ortega reconoce que el espectador tiende a rechazar las obras de artistas jóvenes que ofrecen propuestas novedosas y que distan de las tendencias más tradicionales. Para el pensador, esta situación surge en el espectador no con base en el descontento que pueda generar la obra en virtud de su composición, temática o manejo de las técnicas artísticas, sino más bien porque no puede comprender la propuesta que tiene frente a él. De tal manera resulta necesario descubrir los elementos esenciales que guarda la obra para poder comprenderla.
Ortega descubre que muchas de las nuevas tendencias en el arte están conexas entre sí y surgen para plantear algo diferente y opuesto al arte tradicional. Entre éstas, sobresale la deshumanización del arte, cuya intención ya no será copiar los objetos o sucesos de la realidad en las obras artísticas, con mera intención de mímesis, sino más bien que el artista plasme con su propio estilo, a fin de crear algo más que una mera copia. Para ello, el artista se vale de una deshumanización de las formas, de lo natural, plasmando aspectos que guarden una leve substantividad con lo real.
Parece que este tipo de arte, dice Ortega, divide la sociedad entre hombres egregios y hombres vulgares (sólo los hombres imbuidos de la nueva cultura y de la nueva visión del mundo estarían preparados para interpretar estos nuevos modos de arte). Para Ortega esta visión es falsa, ya que parte de una igualdad básica entre todos los hombres a la hora de acrecerse al arte. El objetivo de su ensayo es, por tanto, obtener del arte contemporáneo su principio esencia, para ver si realmente es impopular.
Las nuevas formas de expresión, que se distancian de la imitación de lo humano, intentan expresar lo que hay en el fondo del corazón del artista. La dificultad reside en conseguir que el espectador pueda descifrar los nuevos lenguajes en los que se expresa el artista.
En el arte previo, siempre hay una realidad vivida que se embellece estéticamente por medio del arte. De esta manera, el arte se entiende como reflejo de la vida. Sin embargo, el arte actual va en la dirección contraria. ¿Quién tiene razón? ¿Hemos de fiarnos siempre de nuestras convicciones previas? ¿Tienen siempre razón los viejos, por encima de los jóvenes?
Aunque es cierto que ha pasado mucho tiempo, algunas de las cuestiones que Ortega y Gasset plantea en su ensayo siguen teniendo vigencia. Desde el plano de la didáctica de las humanidades, especialmente del arte, siguen abiertas las interesantes tareas de iniciar al público en los lenguajes de expresión de los artistas, y de familiarizar al alumno con las tendencias del arte, con los lenguajes y modos de expresión, y con la relación que existe entre el arte, la sociedad y la cultura. Por el momento, sería suficiente con que se valorasen un poco más las cuestiones relacionadas con el arte entre los contenidos que se imparten en la Educación Secundaria, y se fomentasen experiencias de contacto con las manifestaciones artísticas contemporáneas (además, claro, de la potenciación de la propia creatividad).
El arte es uno de los lenguajes más importantes de una cultura. ¿Sabemos expresarnos y entendernos con el lenguaje del arte contemporáneo?
Mario Corrales Serrano, Badajoz, 1 de marzo de 2017
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