Bestimenta: un regreso a la naturaleza

hch-15-cervantes HCH 15 / Marzo 2017

Bestimenta: un regreso a la naturaleza, por Delia Aguiar Baixauli

¿Puede un libro abrirnos a la naturaleza, sustituir el olor de la hierba y de las flores, el paisaje, la vida y el movimiento de los animales con sus misterios y sus danzas?

Quizá no sea posible, pero el poeta es el hermano del labrador que, a golpes de azada, desbroza los matorrales para mostrarnos los frutos que han crecido bajo la tierra, ocultos a la luz pero más presentes que nadie en esta vida, en la mismísima humedad de la tierra.

He leído Bestimenta, de Óscar Pirot, sentada sobre el prado de un hermoso jardín verde. Todos sus animales iban desfilando con gracia y con sorpresa, pero no solo los animales, sino también los mensajes que Óscar Pirot ha visto en los animales, con sus ofertas de comprensión al ojo humano que les mira: es decir, a la razón que se detiene en su entendimiento. El animal actúa, el poeta se recrea. Y así, de cada destello del ser vivo en el ojo humano, hace Pirot su serena observación; la anguila, “un relámpago que el agua no apaga”, las palomas “monjas diminutas en el convento de mi soledad”, el jaguar “que salta en el tiempo”. Y a la mariposa dedica un hermoso y extenso poema con el que casi es posible visualizar al simpático insecto revoloteando a nuestro alrededor:

Observa por un instante el reflejo imberbe

que la mariposa deja suspendido en el aire

tras el temblor diminuto de su batir de alas

como desprendiéndose de sí misma en el vuelo.

Pero en los poemas no prevalece la mera impresión que el poeta tiene sobre los animales o sus características, también emerge su íntima relación con ellos y el espacio que en su propia vida ocupan, ya sean simbólica o literalmente:

Muérdeme , cocodrila,

clava tu piano porcelana

en mi piel sanguijuela.

o

La lagartija es más rápida que la piedra

aunque el recuerdo sea más lento que la vida.

También resuelta llamativo el juego que el autor lleva a cabo con la forma visual del poema. Por ejemplo, en el poema dedicado al murciélago, se hace necesario dar la vuelta al libro para poder leerlo; o las letras diminutas empleadas en el poema dedicado a la mosca de vinagre hacen obligatorio fijar los ojos con atención. Son los guiños del poeta que, casi infantiles, nos hablan subliminarmente de cómo este inventario es en el fondo una manifestación de alegría ante la variedad y la voluptuosidad de las distintas especies, la sorpresa y el regocijo frente a la diversidad.

La sutilidad con la que Pirot capta la belleza que hay en cada especie, sus peculiaridades nunca del todo obvias, las arriesgadas metáforas que nos llegan hasta dentro, hacen que seamos unos espectadores, como él, de lo vivo y de lo salvaje, nos transforman en náufragos de los bosques y de las aguas, nos pierden en los caminos de la oruga y nos hacen evocadores del grillo y sus “cuerdas de violín”, del calamar y su “charco de tinta”, del flamingo y su “equilibrio rosa”, de los peces y su “dormir con los ojos abiertos…”

En el poema dedicado a la pantera, el animal queda perfectamente reflejado como en un espejo, incluso cuando ninguna descripción lo adorna.

Prófuga princesa de la noche

tu sombra se tragó a tu cuerpo

Y más abajo:

Sería más fácil si te acercaras

y ofrecieras el bosque de tu pelaje

veríamos entonces crecer la vida

de su raíz más oculta.

Y esta raíz de la vida es la que Óscar Pirot viene a ofrecernos, vida que está en los ojos del gato, en el capullo de la oruga, en el escarabajo, “un anillo que solo puede ensortijarse en la mano del viento”. Entonces nos preguntamos quiénes somos y si en verdad estamos en el lugar que nos es propicio estar, cerca de quien deberíamos estar, respirando el aire adecuado, prestando la atención a aquello a lo que prestamos atención. Los animales nos enseñan a través de Óscar Pirot cuál es nuestro puesto.

Bestimenta es una ráfaga de viento cargada de olores y huellas sobre la tierra mojada, es una invitación a encontrarse de nuevo frente a un lago, una montaña, el paisaje idílico que conservamos de aquellas vacaciones lejanas en las que sentimos el sol tostando nuestra piel y nuestra desnudez, el contacto con todo aquello que respira, con lo que en definitiva es libre; Bestimenta consigue que nos reconozcamos iguales a todo aquello que tiene vida, vida vestida en sus diferentes trajes, pero siempre vivida.

DELIA-AGUIAR Delia Aguiar Baixauli, Madrid, 2016

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