Los onces de septiembre

hch-badajoz-joker HCH 18 / Septiembre 2017

Los onces de septiembre, por Antonia Tejeda Barros

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Cada septiembre conmemoramos, desgraciadamente, tres onces de septiembre: el chileno (1973), el norteamericano (2001) y el catalán (1714).

El 11 de septiembre chileno apenas se recuerda hoy en el mundo. Han pasado 44 años desde el golpe y empieza a resultar aburrido recordar a las víctimas. El 11 de septiembre norteamericano, muy espectacular en su día, empieza a estar pasado de moda. Y el 11 de septiembre catalán es, por desgracia, el gran protagonista a día de hoy.

El golpe del 11 de septiembre de 1973, tras el bombardeo de La Moneda y la muerte de Allende, bañó a Chile de miedo y trajo una dictadura que duró 17 largos años que castigó a muchos chilenos con la tortura, la muerte, la incertidumbre y el exilio.

Las cifras oficiales de las víctimas de la dictadura chilena son a día de hoy 40.018 torturados (entre ellos niños y adolescentes), 3.065 muertos y desaparecidos (entre ellos nueve mujeres embarazadas y 307 bebés, niños y adolescentes) y 200.000 exiliados. Mi abuela Marina fue una de esos 40.018 torturados y mis padres fueron dos de los 200.000 exiliados. Las cifras no oficiales de otros torturados que nunca testimoniaron o que murieron antes de la creación de la primera comisión que investigó los crímenes de la dictadura (la Comisión Rettig) se quedaron en algún rincón de los 12 campos de concentración chilenos o en las celdas de uno de los 217 centros de detención y tortura. Mi abuela Marina estuvo cuatro meses detenida. Pasó por Londres 38, el Estadio Chile, Cuatro Álamos y Tres Álamos. Nunca quiso hablar abiertamente de las torturas que sufrió, pero el verdugo Romo comentó una vez que en Londres 38 las mujeres estaban todo el día desnudas y que iban pasando por la parrilla eléctrica cuando a los milicos se les antojaba. A mi abuela la sacó de allí finalmente su tío segundo, el cardenal Silva Henríquez (arzobispo de Santiago y una persona muy respetada por los milicos). Las torturas de la dictadura pinochetista fueron espeluznantes. Los testimonios se encuentran en el Informe de la Comisión Valech (pp. 224–259), pero, ojo, los relatos son espantosos. Y como leer sobre tortura es incómodo y corta la digestión, me imagino que el Informe de la Comisión Valech habrá sido leído por muy pocos.

Hoy muchos chilenos consideran el 11 de septiembre una fecha incómoda, de la que prefieren no hablar. “¿Para qué seguir marcando las diferencias?”, dicen muchos en las redes. “¿Para qué recordar lo que pasó hace tanto tiempo?” “Olvidemos el pasado, no sigamos con el mismo tema”. Yo les desafío a decirles eso a las madres que perdieron a sus hijos y sus hijas, a los viudos y a las viudas, a los huérfanos y a las huérfanas, a las niñas violadas, a los hombres y mujeres humillados y mutilados.

Un capítulo olvidado de la dictadura chilena es la de los hijos a los que nos tocó nacer en otro país. Personas, como yo, que tienen varias nacionalidades, que son de todos lados y de ninguno. Niños que ya no son niños que no pudieron crecer con sus abuelos ni con la cordillera ni el manjar, y que, tras el exilio de sus padres, fueron esparcidos por todo el planeta.

El capítulo que más impotencia da es el de la impunidad de los torturadores y asesinos. Al igual que en el Holocausto, la inmensa mayoría de verdugos tuvo después una vida tranquilita y feliz. Salvo unos pocos, no fueron juzgados o fueron absueltos, no se arrepintieron de sus crímenes, siguieron yendo a misa y murieron en sus casitas con la conciencia tranquila.

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Yo estaba en La Haya cuando se produjeron los atentados del nine / eleven. Las imágenes de los aviones estrellándose contra las Twin Towers parecen ser sacadas de una película de Hollywood. Mi profesora de flauta, Dorothea, fue la que me contó que Stockhausen había dicho que los ataques habían sido una obra de arte (“the greatest work of art that ever existed“), cita que fulminó en segundos el prestigio de Stockhausen. Dorothea, que era alemana, me dijo: “You know, Antonia, one cannot say those things, especially if one is German“.

Las víctimas mortales del 9/11 fueron 2.996: 265 hombres, mujeres y niños a bordo de los cuatro aviones (incluyendo a los 19 terroristas de al-Qaeda), 2.606 hombres y mujeres del World Trade Center y alrededores, y 125 personas del edificio del Pentágono. Hubo más de 6.000 heridos.

A las 8.46 h se estrelló el primer avión (secuestrado por cinco terroristas de al-Qaeda, que venía de Boston, Massachusetts, en dirección a L.A.) en la Torre Norte del World Trade Center. Diecisiete minutos después, a las 9.03 h, otro avión (secuestrado también por cinco terroristas de al-Qaeda y que también venía de Boston en dirección a L.A) se estrelló contra la Torre Sur del World Trade Center. Treinta y cuatro minutos después, a las 9.37 h, otro avión (de nuevo secuestrado por cinco terroristas de al-Qaeda, que venía de Dulles, Virginia, en dirección a L.A.) se estrelló contra el Pentágono. A las 9.59 h se produjo el impresionante colapso de la Torre Sur, después de haber ardido durante 56 minutos. Cuatro minutos después del colapso, a las 10.03 h, otro avión que supuestamente se dirigía al Capitol en Washington D.C. (secuestrado por cuatro terroristas de al-Qaeda, que venía de New Jersey en dirección a San Francisco), se estrelló en el sureste de Pittsburgh. Antes de que se estrellaran los aviones, algunos pasajeros fueron apuñalados por los terroristas. El impresionante colapso de la Torre Norte se produjo a las 10.28 h, después de que la torre hubiera ardido durante 102 minutos. Bush encontró así una maravillosa justificación para continuar su lucha contra el terrorismo. Su slogan, War on Terror, calmó a muchos americanos y preocupó al resto del mundo. En el Conservatorio de La Haya se hizo un homenaje a las víctimas de los atentados.

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El otro 11 de septiembre es la Diada de Cataluña/Catalunya, que conmemora la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión Española (1714). La Diada se ha convertido en símbolo de esperanza para los independentistas y de vergüenza para los catalanes que detestamos los separatismos y los nacionalismos. Ayer, en Barcelona, salieron a la calle un millón de independentistas según la Guardia Urbana (medio millón según El País), con sus camisetas amarillas, sus estelas y sus señeras. Lo que no se dice es que hubo 6,5 millones de catalanes que no salieron a la calle enrollados en sus banderas. Muchos de esos que no salen son los que se llaman hoy los otros, los cuales afirman ser bilingües sin complejos. Los otros se definen como tranquilos, tolerantes, pacíficos, discretos y amigos de sus amigos. No ponen banderas en sus balcones, y aman la paz y la libertad. Los otros hacen zapping sin problemas y aseguran que no recuerdan si la película de ayer la vieron en catalán o en castellano.

Yo nací en Barcelona en el 75. Mis padres son chilenos. Tengo una parte española, otra catalana y otra chilena, y no siento ninguna contradicción entre mis tres pequeñas identidades. He conocido a catalanes que me han dicho que su mayor desgracia es tener un pasaporte español. Yo tengo dos pasaportes, el español y el chileno, y nunca pelearía por conseguir un pasaporte catalán, sino uno planetario. Hablo y escribo cuatro idiomas (español, catalán, inglés y francés) y sé un poquito de hebreo y de alemán. Si me hablan en español, contesto en español; si me hablan en catalán, contesto en catalán; si me hablan en inglés, contesto en inglés; y si me hablan en francés, contesto en francés. Al independentista catalán le encanta encerrarse y habla por lo general pocos idiomas. Si le hablan en inglés chapurreará algunas palabras en inglés, pero si le hablan español, contestará en catalán. A mi madre, que vive en un pueblito cerca de Barcelona desde hace 42 años y que nunca ha perdido su precioso acento chileno, muchos catalanes le hablan en catalán. Ella contesta en castellano y ellos siguen en catalán. Eso no es independentismo: eso es pura mala educación.

Se suele decir que lo peor de Barcelona son los catalanes. Bueno, no todos. No existen los catalanes, sino catalanes cerrados que se miran el ombligo y catalanes abiertos al mundo. Yo tengo buenos amigos catalanes. Y Barcelona es preciosa, pero el nacionalismo ha destrozado la ciudad. El nacionalismo ha hecho que se convierta en un pueblito minúsculo, donde el cerebro cerrado estrangula la riqueza de culturas y se empeña en dividir. Barcelona se ha vuelto provinciana, fea, agresiva. Tiene un cosmopolitismo falso, de fachada; un cosmopolitismo que existe sólo de cara al turista.

Las banderas y los himnos que se oyeron ayer en las calles de Barcelona tienen un leve olor fascista. Yo odio los nacionalismos y las banderas. La única bandera que me gusta es la bandera del arco iris. Y no soy gay. Jamás pondría en mi balcón una bandera española aquí en Madrid y jamás pondría en mi balcón una señera en Barcelona.

Nietzsche ya nos alertó contra los nacionalismos. Los nacionalismos son para el rebaño. Los pequeños Estados, la pequeña política, la mente pequeña son propios del nacionalismo, afirma Nietzsche en Ecce homo. ¿Es que acaso Cataluña/Catalunya está oprimida? El discurso independentista tenía una coherencia cuando había opresión. La dictadura franquista castigó dura y cruelmente a Cataluña/Catalunya y al País Vasco/Euskadi, privándoles de sus identidades, sus libertades y sus idiomas, es verdad, pero hoy el panorama ha cambiado radicalmente y en Cataluña/Catalunya se habla más catalán que castellano. El vendido bilingüismo deja mucho que desear, puesto que hay muchos niños en las provincias de Tarragona, Lérida/Lleida y Gerona/Girona que sencillamente no saben hablar castellano o que lo hablan de pena.

Hay espacio y lugar para todos. En Barcelona, en Madrid, en Catalunya con “ny” y en Cataluña con “ñ”, en España, en Europa, en el planeta Tierra, en el Sistema Solar, en la Vía Láctea y en el Universo. ¿Por qué no abrazar la riqueza de culturas, el plurilingüismo y la convivencia en lugar de promover el separatismo, la división y más fronteras?

El 11 de septiembre viene a ser una fecha fatídica: Chile, la dictadura, el terror y las víctimas; EEUU, los atentados y la supuesta guerra contra el terrorismo; y Cataluña/Catalunya, la divergencia y la división. Tres onces de septiembre para recordar y reflexionar.

(Fotos: bombardeo de La Moneda, las Twin Towers en llamas y las tres posibles relaciones entre España y Cataluña según Eneko)

OLYMPUS DIGITAL CAMERA Antonia Tejeda Barros, Madrid, 12 de septiembre de 2017

Publicado en el Blog de Antonia Tejeda Barros el 15 de septiembre de 2017

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