HCH 10 / Mayo 2016
Russell: un pensador brillante y mordaz, por Antonia Tejeda Barros
“I do not believe in God and in immortality“, Russell, Why I am not a Christian, p. 2
Bertrand Russell (1872–1970) fue un hombre polifacético: filósofo, matemático, lógico, activista y pacifista. Criticó la guerra y criticó a Dios.
Durante la 1ª Guerra Mundial, Russell estuvo encarcelado por sus ideales pacifistas. Gran defensor de la libertad de pensamiento, estuvo en contra de los totalitarismos, la religión dogmática y la política imperialista. En 1966 creó junto a Sartre el llamado Tribunal Russell-Sartre y denunció, junto a otros intelectuales, los abusos y crímenes de EEUU en la guerra de Vietman. Tras la muerte de Russell, el Tribunal Russell-Sartre siguió denunciando injusticias (denuncia del golpe militar en Chile –Roma, 1974–; denuncia de la guerra de Irak –Bruselas, 2004–; defensa de los derechos humanos en Palestina –Barcelona, 2010–).
Russell fue un defensor del desarmamento nuclear (publicó en 1955, junto a Einstein, el Manifiesto Russell-Einstein, un escrito a favor de la paz), de la libertad y de una sociedad sin religiones impuestas. En 1927 condenó las religiones inculcadas y el comunismo en su explosivo Why I am not a Christian: “I think all the great religions of the world -Buddhism, Hinduism, Christianity, Islam and Communism -both untrue and harmful. It is evident as a matter of logic that, since they disagree, not more than one of them can be true“[1]. El cristianismo no se diferencia del comunismo ni del nazismo: las tres son doctrinas que castran la libertad y castigan duramente. El daño intelectual y moral que ha producido el cristianismo a la humanidad ha sido enorme y sigue siendo enorme, afirma Russell.
El hombre no escoge su religión, sino que sigue una religión impuesta por sus padres o su entorno. Las personas tienden a creer en Dios porque así lo han hecho desde niños. Tan simple como eso. Dios es impuesto por los padres, por la tradición, y casi nunca encontrado en libertad: “What really moves people to believe in God is not any intellectual argument at all. Most people believe in God because they have been taught from early infancy to do it, and that is the main reason“[2]. La libertad de elección, pues, en mínima o nula: “With very few exceptions, the religion which a man accepts is that of the community in which he lives, which makes it obvious that the influence of environment is what has led him to accept the religion in question“[3]. Las religiones excluyen, discriminan, castran la libertad e incitan a los fundamentalismos: “I am firmly convinced that religions do harm as I am that they are untrue“[4].
¿Y qué son los monoteísmos? Los monoteísmos son la manzana podrida de las religiones. Russell se pregunta cómo es posible seguir creyendo en un dios que ha sido indiferente a los horrores del Holocausto, el stalinismo y la bomba atómica. ¿No es acaso sospechoso que un dios omnipotente, omnisciente y benevolente permita tanta atrocidad? Precisamente esa es la pregunta fundamental de la teología después de Auschwitz: “there is to me something a little odd about the ethical valuations of those who think that an omnipotent, omniscient, and benevolent Deity … would consider Himself adequately rewarded by the final emergence of Hitler and Stalin and the H-bomb“[5].
Russell provenía de una familia aristocrática inglesa. Sus padres fueron muy modernos para su época: criticaron la religión y defendieron la anticoncepción. Su madre murió a los 30 años y su padre, a los 36. Russell fue ahijado de John Stuart Mill, cuya obra influyó enormemente en Russell.
Russell confiesa en su Autobiography que su adolescencia fue muy solitaria y que sólo el deseo de saber más matemáticas le salvó del suicidio. Se casó 4 veces. En 1950 obtuvo el Premio Nobel de Literatura. Fue, junto al antisemita Frege y al genial Wittgenstein, uno de los padres de la llamada filosofía analítica.
Amante fervoroso de la lógica y la razón, concibió la lógica como un antídoto contra la locura. Dedicó 20 años de su vida intentando encontrar los fundamentos de las matemáticas. El resultado de esta lucha fue Principia Mathematica, una obra dificilísima, casi inteligible, escrita junto a su amigo Whitehead y publicada en tres volúmenes en 1910, 1912 y 1913. Aunque Russell consideró Principia Mathematica un fracaso, la obra es considerada una de las más influyentes del siglo XX. El joven Wittgenstein quedó fascinado con ella. Russell escribió en 1946 History of Western Philosophy, una obra al alcance de todos, entretenida y amena, que se disfruta y digiere como un pastel de chocolate. Luego, tenemos sus numerosos ensayos, brillantes y deliciosos, que hablan sobre temas profundos como el amor, la amistad, la religión, la ciencia o el conocimiento, y también sobre temas más mundanos, como la educacion, el sexo o el turismo.
Russell denuncia la idea de un dios omnipotente, omnisciente, antropomórfico y moral, y desafía la tesis de la causa primera. ¿Es realmente nuestro mundo el resultado de un genial diseño divino? ¿o es, por el contrario, el resultado de un torpe aprendiz, creador impotente y limitado, productor de injusticias, crueldades, atrocidades, muertes y pobreza? “Do you think that, if you were granted omnipotence and omniscience and millions of years in which to perfect your world, you could produce nothing better than the Ku-Klux-Klan or the Fascists?“[6].
Russell no admite la idea de un ser necesario, idea en la que, ingenuamente, se apoyan la mayoría de los teólogos. Sartre dijo que somos seres contingentes, y que tanto nuestra vida como el mundo son contingentes. Russell tampoco comparte esta idea. “Contingente” o “necesario” son adjetivos que no tienen sentido. El mundo no es ni contingente ni necesario: está simplemente ahí, al igual que nosotros. ¿El universo tiene una razón de ser, una causa específica, un sentido? En absoluto. El universo sencillamente es y está ahí: “I should say that the universe is just there, and that’s all“[7].
Todo ser humano existe gracias a una madre y a un padre (o, mejor dicho, gracias a un óvulo y a un espermatozoide). Creer en un dios creador del mundo y del hombre es, para Russell, tan absurdo como creer que la humanidad posee una madre común.
Russell denuncia las atrocidades de la Iglesia (la Inquisición, sus torturas, mutilaciones, asesinatos y prohibiciones) y las atrocidades llevadas a cabo en las llamadas “grandes épocas religiosas”. Esta hipocresía histórica sigue existiendo hoy, en pleno siglo XXI. Las grandes épocas religiosas deberían llamarse las grandes épocas sangrientas. Los Reyes Católicos, unos locos fanáticos que masacraron a los nativos de América, expulsaron a los judíos de los reinos de Castilla y Aragón y bañaron sus reinos de terror y neurosis religiosa, son recordados con admiración aquí en España y venerados como ejemplo de orden, expansión y prosperidad. Existen cientos de calles y plazas que llevan sus nombres y apenas nadie es crítico hoy con las barbaries que cometieron, con el permiso y bendición de su dios. Russell no se calla y nombra los horrores de la Iglesia.
La utilidad de la religión es mínima, afirma Russell, puesto que la Iglesia se ha caracterizado casi siempre por ser retrógrada. La condena de Galileo (1633) es una de las vergüenzas históricas. En 1990, Ratzinger, entonces cardenal, dijo en la Universidad de La Sapienza en Roma que la sentencia de la Iglesia contra Galileo fue razonable y justa. Esta torpeza le valió la renuncia a visitar la Universidad de La Sapienza en el 2008, ya disfrazado de papa Benedicto XVI, debido a las protestas de los estudiantes.
Russell condena este tozudez de las religiones monoteístas por destrozar cualquier intento de progreso que hace la ciencia. Cuando el hombre luchaba contra el racismo y el esclavismo, ahí estaban las religiones apoyando el racismo y el esclavismo. Cuando el hombre lucha por los derechos de todos los hombres, ahí están las religiones condenando a los homosexuales y a los infieles: “every step towards better treatment of the coloured races, or every mitigation of slavery, every moral progress that there has been in the world, has been consistently opposed by the organised Churches of the world“[8]. Russell afirma que la religión cristiana representa un retroceso continuo en la moral de la humanidad.
En su genial An outline of intellectual rubbish, publicado en 1943, Russell afirma que ha sido la locura del hombre la que ha traído la guerra y la destrucción. ¿Es realmente el hombre un animal racional? La Historia parece mostrar lo contrario. La crueldad, las persecuciones y las supersticiones han inundado el planeta. ¿Dónde está el hombre que reflexiona? se pregunta Russell. Hay hombres muy inteligentes que actúan inmoralmente porque siguen los dogmas religiosos. Russell afirma, explosivamente, que el mundo mejoraría si las locuras de la religión fueran sustituidas por la ciencia y la razón.
La fuerza de las religiones radica en el miedo a los castigos que éstas prometen. Russell afirma que la religión está basada en el miedo, y el miedo es la fuente de la crueldad: “Religion is based, I think, primarily and mainly upon fear“[9]. En el interesante ensayo Has religion made useful contributions to civilization?, publicado en 1930, Russell define la religión como una enfermedad nacida del miedo[10].
El miedo colectivo despierta los instintos del rebaño, y produce violencia contra aquellos que no pertencen al propio rebaño. Tal es la discriminación que promulgan las religiones monoteístas: “Collective fear stimulates herd instinct, and tends to produce ferocity toward those who are not regarded as members of the herd“[11].
Las tres religiones monoteístas se basan en el macabro concepto del pecado. Russell se rebela contra tan absurdo concepto: “The whole conception of ‘Sin’ is one which I find very puzzling (…) If ‘Sin’ consisted in causing needless suffering, I could understand; but on the contrary, sin often consists in avoiding needless suffering“[12]. La religiones monosteístas condenan el aborto y la eutanasia, y prefieren que un enfermo terminal sufra indeciblemente a que ponga fin a su propia vida.
La Iglesia tiene reservada una lista innumerable de pecados. Pero el pecado más horrible y terrible, aquél por el cual la Iglesia, sus papas, sus curas y sus monjas tiemblan, es el sexo. ¡Qué habrá pensado la Iglesia del hereje John Lennon, haciendo el amor y no la guerra! Qué degenerado. Russell habla del pavor que tienen las religiones monoteístas por el sexo: “Although there are many kinds of sin, seven which are deadly, the most fruitful field for Satan’s wiles is sex (…) All intercourse outside marriage is sin, and so is intercourse within marriage if any measures are adopted to prevent conception (…) Venereal disease is God’s punishment for sin“[13].
Cuando el SIDA salió a la luz por primera vez en 1981 con el caso de 5 personas afectadas, se pudo respirar en los ambientes religiosos y retrógrados una sentencia de castigo merecida por homosexualidad y promiscuidad. Hoy, 35 años después, aún hay cretinos que piensan así, pero la gente mínimamente inteligente no asocia ya el SIDA a la homosexualidad y a la promiscuidad. En el 2014 había alrededor de 36,9 millones de hombres, mujeres y niños viviendo con VIH/SIDA. Hoy se intenta educar a los jóvenes para que usen el preservativo, aunque la Iglesia, desde luego, no ayuda. En el 2009, Ratzinger afirmó que el SIDA no podía resolverse con anuncios publicitarios ni con preservativos. Jorge Mario Bergoglio (de nombre artístico papa Francisco, un tanto modernillo a veces, retrógrado la mayoría de ellas), afirmó en enero de este año que el uso de anticonceptivos es un mal menor (“Evitar el embarazo no es un mal absoluto”, dijo en italiano), aunque no apoya abiertamente la anticoncepción, por supuesto. También condena cruelmente el aborto y la eutanasia, ambos crímenes monstruosos, según él. Considera la homosexualidad una práctica inmoral y está en contra del matrimonio gay. Este grave y gigantesco retroceso que incitan las religiones monoteístas es el que denuncia Russell.
Russell critica que la sociedad de hoy siga una moral, una tradición y una religión creadas hace siglos por pueblos ignorantes. Freud ya apuntó en Die Zukunft einer Illusion (publicado también en 1927, el mismo año que Why I am not a Christian) que la religión se basa en principios ancestrales creados por hombres ignorantes, y que es absurdo que debamos creer en algo sólo porque nuestros antepasados –que eran más ignorantes que nosotros– lo creían. Esto es un gran impedimento para el avance de la sociedad.
Russell afirma que la moral es una combinación de reglas para vivir en paz en sociedad y un montón de tabúes originados por supersticiones prehistóricas. Así como la prohibición de matar o robar tiene sentido moralmente, la prohibición de comer cerdo o ternera es puramente histórica y se basa en tradiciones antiguas de pueblos ignorantes y no tiene utilidad alguna hoy en día.
Russell nos invita a que dejemos de inventar seres imaginarios y tengamos confianza en el hombre, y a que hagamos de este mundo un lugar digno de ser vivido, y no la prisión que defienden las religiones.
Considerado como uno de los grandes ateos del siglo XX, Russell se define como agnóstico. Aunque afirma que él no cree en Dios ni en la inmortalidad, confiesa que no puede probar la no-existencia de Dios; por tanto, su postura es agnóstica y no atea: “my position is agnostic“[14].
Para Russell tiene tan poca validez afirmar la existencia de Dios como afirmar la existencia del demonio o de las brujas. Las experiencias religiosas son siempre personales y pueden compararse a los delirios, afirma Russell. Freud afirmó en Die Zukunft einer Illusion que las religiones son ilusiones indemostrables comparables a las ideas delirantes.
Russell acaba su genial Why I am not a Christian con unas palabras llenas de esperanza. Hay que creer en el ser humano, hay que devolverle su dignidad, hay que conquistar el mundo con la inteligencia y darle la espalda al miedo. El hombre tiene que levantarse, sin terror y con confianza. El mensaje de Russell es un grito a la libertad: “We must stand upon our own feet and look fair and square at the world –its good facts, its bad facts, its beauties, and its ugliness; see the world as it is, and be not afraid of it. Conquer the world by intelligence, and not merely by being slavishly subdued by the terror that comes from it“[15]. Russell nos invita a ver el mundo como realmente es, y a hacer de este mundo el mejor mundo posible. Y aunque el mundo que creemos no sea un mundo pintado de rosa, con hadas, unicornios y una vida eterna, será un mundo real y sin castigos eternos. Y un mundo real, con el ser humano en el centro, siempre será mejor que el mundo que nos quieren vender las religiones monoteístas.
El mundo necesita, en palabras de Russell, inteligencia, conocimiento, bondad y valentía. El hombre debe mirar hacia delante y no hacia atrás. La religión ancla al hombre en un pasado podrido de ignorancia. El hombre debe usar su inteligencia para derrocar los dogmas impuestos y para preguntarse sin miedo y sin terror sobre el mundo, la vida y la muerte: “a good world … needs a fearless outlook and a free intelligence. It needs hope for the future, not looking back all the time towards a past that is dead, which we trust will be far surpassed by the future that our intelligence can create“[16].
¿Acaso la religión rebaja al hombre? Según Feuerbach, Nietzsche, Freud y Russell, sí, lo rebaja; según Frankl, no: la religión da esperanza al hombre.
Y la filosofía, ¿para qué demonios sirve? La filosofía apenas nos da respuestas, puesto que las respuestas definitivas son imposibles, pero nos obliga a preguntarnos por el sentido de nuestra propia existencia y por el sentido del mundo. Lo importante no es la repuesta, sino la pregunta: “Philosophy is to be studied, not for the sake of any definite answers to its questions, since no definitive answers can, as a rule, be known to be true, but rather for the sake of the questions themselves“[17]. Russell afirma que esta búsqueda es la que enriquece nuestro intelecto.
Estos días he estado leyendo una novela gráfica muy entretenida e interesante sobre Russell, llamada Logicomix. An Epic Search for Truth. En el 2009 ganó muchísimos premios y, por extraño que parezca, fue un bestseller. Ahí se nos presenta a un Russell un tanto sufriente, honesto y valiente, defensor de la razón y de la paz, al mismo tiempo que se nos invita a saborear el complicado mundo de la lógica.
Existe un vídeo de apenas 2 minutos (un extracto de una entrevista a Russell realizada en 1959), donde el entrevistador le pregunta a Russell qué mensaje le gustaría decir a las generaciones futuras. Russell sólo desea decir dos cosas: una intelectual y otra moral. Intelectualmente, la respuesta a la verdad está en los hechos, y no en la imaginación. Y, moralmente, la respuesta está en el amor, la compasión y la tolerancia, y no en el odio. La caridad y el respeto son esenciales para que la humanidad sobreviva. Ojalá haya alguien que escuche sus palabras: “I should like to say two things, one intellectual and one moral. The intellectual thing I should want to say is this: When you are studying any matter, or considering any philosophy, ask yourself only what are the facts and what is the truth that the facts bear out. Never let yourself be diverted either by what you wish to believe, or by what you think would have beneficent social effects if it were believed. But look only, and solely, at what are the facts. That is the intellectual thing that I should wish to say. The moral thing I should wish to say is very simple. I should say love is wise, hatred is foolish. In this world which is getting more closely and closely interconnected we have to learn to tolerate each other, we have to learn to put up with the fact that some people say things that we don’t like. We can only live together in that way and if we are to live together and not die together we must learn a kind of charity and a kind of tolerance which is absolutely vital to the continuation of human life on this planet“[18].
Antonia Tejeda Barros, Madrid, 5 de mayo de 2016
(Leyendo a Russell / Antonia Tejeda Barros, Madrid, 2016)
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BIBLIOGRAFÍA
Russell, Bertrand. Why I am not a Christian, And other essays on religion and related
subjects. London: Routledge Classics, 2007 (1957), pp. v–223
Russell, Bertrand, The Problems of Philosophy. London: Oxford University Press, 2001 (1912), pp. v–102
Russell, Bertrand. An outline of intellectual rubbish, en The Portable Atheist. Essential Readings for the nonbeliever selected and with introductions by Christopher Hitchens. USA: Da Capo Press, 2007, pp. 181–206
Doxiadis, Apostolos, Christos H. Papadimitriou (ilustraciones de Alecos Papadatos & Annie Di Donna). Logicomix. An Epic Search for Truth. New York: Bloomsbury, 2009, pp. 11–344
NOTAS
[1] Russell, “Preface”, Why I am not a Christian, p. xxii
[2] Russell, “Preface”, Why I am not a Christian, p. 10
[3] Russell, “Preface”, Why I am not a Christian, p. xxii
[4] Russell, “Preface”, Why I am not a Christian, p. xxiii
[5] Russell, “Preface”, Why I am not a Christian, p. xxiii
[6] Russell, “Preface”, Why I am not a Christian, p. 7
[7] Russell, The existence of God: A debate between Bertrand Russell and Father F.C. Copleston, en Why I am not a Christian, And other essays on religion and related subjects, p. 134
[8] Russell, “Preface”, Why I am not a Christian, pp. 16,17
[9] Russell, Why I am not a Christian, p. 18
[10] “I regard [religion] as a disease born of fear“, Russell, Has religion made useful contributions to civilization? en Why I am not a Christian, And other essays on religion and related subjects, p. 20
[11] Russell, An outline of intellectual rubbish, en The Portable Atheist. Essential Readings for the nonbeliever selected and with introductions by Christopher Hitchens, p. 205
[12] Russell, An outline of intellectual rubbish, en The Portable Atheist. Essential Readings for the nonbeliever selected and with introductions by Christopher Hitchens, p. 184
[13] Russell, An outline of intellectual rubbish, en The Portable Atheist. Essential Readings for the nonbeliever selected and with introductions by Christopher Hitchens, p. 186
[14] Russell, The existence of God: A debate between Bertrand Russell and Father F.C. Copleston, en Why I am not a Christian, And other essays on religion and related subjects, p. 125
[15] Russell, Why I am not a Christian, p. 18
[16] Russell, Why I am not a Christian, p. 19
[17] Russell, The Problems of Philosophy, p. 93
[18] Russell, “Face-to-Face”, BBC, 1959
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