Las niñas sin pendientes también son hermosas

 HCH 7 / Noviembre 2015

Las niñas sin pendientes también son hermosas, por Antonia Tejeda Barros

Siempre he desconfiado de la idea del progreso. Ortega escribe en Historia como sistema: “El progresismo que colocaba la verdad en un vago mañana ha sido el opio entontecedor de la humanidad”. La crisis de la razón anunciada por Adorno y Horkheimer sigue existiendo. “La religión de la razón … es tan intolerante como la antigua religión”, escribe Horkheimer en Traditionelle und Kritische Theorie, dos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.

¿Avanza la  sociedad? ¿El ser humano ha aprendido algo de la barbarie? En la Edad Media se torturaba de la forma más salvaje. Hoy, en pleno siglo XXI, hay 88 países que conservan aún la pena de muerte, maltratando en muchos casos física y psíquicamente a los presos (el caso de Abu-Jamal, denunciado por muchos intelectuales, incluido Derrida, es espeluznante: estuvo 30 años en el pasillo de la muerte –death row– esperando en cualquier momento su ejecución). Según Amnesty International, en el 2012, 21 países llevaron a cabo al menos 2.677 ejecuciones. En Surveiller et punir. Naissance de la prison, Foucault describe el paso de la tortura del cuerpo a la tortura del alma. El Holocausto, ocurrido hace menos de 75 años, mostró a la humanidad de una forma inimaginable toda la crueldad, brutalidad, violencia, impiedad, atrocidad, perversidad y salvajismo de los que es capaz el ser humano. Daniel Jonah Goldhagen describe brillantemente la complicidad en la barbarie del ser humano común en Hitler´s willing executioners. Ordinary Germans and the Holocaust, un libro que, irónicamente, ha sido un bestseller en Alemania. En Auschwitz murió el hombre y murió Dios.

La Segunda Guerra Mundial, con 72 millones de muertos, masacres espeluznantes y cámaras de gas, medio mundo arrasado y la desaparición de todos los valores morales, enseñó muy poco al ser humano. Después de 1945, por un lado, la democracia capitalista generaba injusticias sociales enormes, hambre, miseria, explotación, analfabetismo y prostitución infantil; por otro lado, el comunismo, con sus horribles dictaduras, estrangulaba la libertad, imponía el terror y mandaba al exilio y a la muerte a millones de personas. El podrido ideal fascista empezó muy pronto a renacer y generó golpes de estado en toda Latinoamérica, asentando dictaduras sangrientas, torturando, matando y partiendo familias y raíces para siempre. Las guerras y los conflictos siguieron: Vietnam, Bosnia, Ruanda, Irlanda del Norte, Darfur, Siria. Se buscaron a nuevos enemigos que justificaron, de nuevo, la barbarie y la atrocidad.

Hoy, sin embargo, no quisiera hablar de las guerras y conflictos entre enemigos ni del salvajismo de la humanidad, sino de las prácticas salvajes que aplican o mandan aplicar las madres y los padres a sus hijas y sus hijos, con amor, sexismo, tradición y religión.

La humanidad ha producido y produce muchas prácticas salvajes. Algunas de ellas son el vendado de pies, la circuncisión, la mutilación genital y el plato o disco labial. El vendado de pies, práctica macabra que se aplicó a las niñas chinas de clase alta de entre 2 y 5 años hasta principios del siglo XX, consistía en la rotura de los dedos de los pies y un vendaje que deformada los pies e impedía que estos crecieran, convirtiendo a las víctimas (cuyos “pies de loto” eran considerados un símbolo de belleza y estatus) en niñas discapacitadas. La abominable extirpación del clítoris y labios menores y mayores de la vagina, conocida como circuncisión o mutilación genital femenina, es practicada hoy en día en 28 países africanos, en unos pocos países asiáticos y en grupos de población inmigrante en Europa, Norteamérica y Oceanía. Entre 100 y 140 millones de niñas y mujeres han sido víctimas de esta salvajada, y se estima que alrededor de 2 millones de niñas y mujeres lo es y será cada año. La chocante práctica de las mujeres suri y mursi en Etiopía llamada plato o disco labial deforma impresionantemente la cara y se realiza alrededor de los 15 y 18 años, justo antes de casarse.

Pero hoy tampoco quisiera hablar de las salvajadas practicadas por otros pueblos, religiones y culturas, sino de una crueldad disfrazada de tradición practicada aquí en España y otros países “ricos”, permitida por la ley y apenas cuestionada: la perforación de las orejas en bebés recién nacidas y en niñas. Muchos españoles consideran el vendado de pies, la circuncisión masculina y femenina, y el disco labial prácticas salvajes y primitivas, y con razón. Sin embargo, no dudan en perforar las orejas a sus hijitas recién nacidas, atentando contra la dignidad del bebé. La perforación de las orejas no deja de ser un abuso físico. Se maltrata al bebé para marcar una distinción sexual. Siguiendo la filosofía existencialista sartreana, el ser humano no tiene naturaleza humana. El hombre empieza por no ser nada, y se define después. “L’existence précède l’essence”, dice Sartre explosivamente en L’existencialisme est un humanisme. El hombre no tiene naturaleza; la mujer, tampoco. No existe, por tanto, una naturaleza femenina ni una naturaleza masculina. En la primera y célebre frase del Capítulo I del Tomo II de Le deuxième sexe, Simone de Beauvoir lanza un grito a la libertad: “On ne naît pas femme: on le devient”. La mujer, al igual que el hombre, no es, sino que deviene. ¿Por qué entonces hacer una distinción tan marcada del sexo nada más nacer? ¿Qué necesidad tan imperiosa hay de mostrar a los demás el sexo del recién nacido? Por otro lado, para los que no son sartreanos, yo pregunto: ¿es acaso una bebé vestida de azul y sin pendientes algo tan terrible? Se perfora y se hiere para afeminar a la recién nacida. A nadie en España se le ocurriría perforar las orejas a su hijo varón, por mucho que el padre del niño llevara mil pendientes.

Hasta hace muy poco, en España se ponían los pendientes a las bebés en el hospital. Ahora los hospitales españoles no los ponen, así que los padres tienen la posibilidad de agujerear las orejas a sus hijas a los pocos días de vida, por tan sólo 12€, en una farmacia. Aquí en España los pediatras recomiendan esperar al menos 2 meses para agujerear las orejas a las bebés. La American Academy of Pediatrics recomienda esperar hasta que la niña tenga al menos 2 años. ¿Y por qué? Porque hay riesgo de infecciones, desgarro y tragado accidental.

Los padres creen ingenuamente que a sus hijas no les duele la perforación. Claro que les duele. Son personas, no cosas. Desgraciadamente, aquí en España la perforación de las orejas en recién nacidas y niñas es una práctica sistemática. Mi hija Yael (de 9 años) es de las poquísimas niñas de su colegio que no tiene agujeros en las orejas. Mi hija Dalit (de 2 años), por supuesto, tampoco tiene. Cuando ellas sean grandes podrán hacerse mil piercing si así lo desean. Pero ésa será su decisión, una decisión adulta tomada con conciencia y libertad.

Yo me pregunto: ¿qué padre sería tan salvaje de ponerle un piercing en la lengua, la nariz o los pechos a su bebé recién nacido? ¿No sería monstruoso? No es tradición, por eso se ve monstruoso. Agujerear las orejas a las bebés y a las niñas es una monstruosidad disfrazada de tradición. Este salvajismo ni se cuestiona, porque la sociedad española sigue siendo una sociedad sexista y atrasada que funciona por inercia y tradición.

El piercing es una violación a la libertad del bebé. Hay quien argumenta que el bebé tampoco decide si quiere bañarse o vacunarse. Es verdad. Pero bañarse es necesario y vacunarse tiene sus ventajas (aunque también sea hoy un tema de controversia). El dolor del pinchazo de la vacuna es necesario para evitar enfermedades severas. El dolor del piercing es un dolor completamente innecesario, puesto que llevar pendientes no es más sano para el bebé, sino al contrario, ni lo protege contra ninguna enfermedad. Agujerear las orejitas de la bebé corresponde solo a un deseo de los padres (un deseo de “adornar” al bebé, como si la bebé fuera un florero). ¿Por qué no, entonces, acompañar los pendientes con un tatuaje en el brazo? Hay quien dice: “Mi hijo es mío, hago lo que quiero y no es asunto tuyo”. En parte es verdad; pero solo en parte: siempre y cuando no se hiera al bebé, es asunto de los padres; cuando hay abuso y dolor innecesario: ¿no tendría, tal vez, que ser asunto de todos? Agujerear las orejas a las bebés y a las niñas es un abuso y una crueldad.

Pongamos fin a las prácticas salvajes. El bebé es un ser humano, no un peluche ni una Barbie… No atentemos contra su cuerpecito.

yael-antonia-1-B-N Antonia Tejeda Barros, Madrid, 24 de octubre de 2015

Primera versión en el Blog de Antonia Tejeda, 20 de diciembre de 2013

A modo de ilustración (enjoy!):

Agujereando las orejitas de una bebé de 3 días

Agujereando las orejitas de una bebé de 3 meses

Agujereando las orejitas de una bebé de 6 meses