Martin Luther King y Oriol Junqueras, esa extraña pareja, por David Cerdá
En fechas relativamente recientes, escuchamos al líder independentista de ERC Oriol Junqueras remitirse a Martin Luther King y su práctica de la desobediencia civil como un ejemplo a imitar de cara a conseguir aquello por lo que él lucha: una Cataluña independiente. Se trata de una apuesta rotunda, porque el Dr. King es, no solo uno de los iconos de nuestro tiempo, sino un referente político-moral que probablemente perdurará muchos siglos. La cuestión es si esta es una remisión coherente, si tiene sentido como apelación ética, y si ambos casos (la lucha por la independencia catalana y por la equidad de derechos de los afroamericanos) son similares, de modo que se pueda apelar a medidas también parecidas (la desobediencia civil).
La base del razonamiento es que lo justo debe estar por encima de lo legal. Así expuesto, nadie albergaría demasiadas dudas sobre la eticidad de lo expuesto. No obstante, hay una premisa que permanece oculta y es decisiva: que el fin último de lo legal es responder a lo justo, o visto de otro modo: que en las sociedades democráticas aspiramos a que lo que es justo culmine en un precepto legal. Las sociedades democráticas entienden que la manera de asegurar que lo que es justo tiene continuidad y estabilidad es precisamente esa: que las propuestas se voten en libertad y sean incorporadas a las normas que nos rigen a todos por igual en un estado de derecho.
Junto a lo anterior, es cierto que muchos de los derechos de los que ahora disfrutamos hubieron de abrirse paso a pesar de las leyes. Esto es: lo justo ha debido hacerse hueco a menudo contendiendo contra lo legal. De ahí la figura de la desobediencia civil. No obstante, en una sociedad democrática, tal recurso tiene que ser siempre de última instancia, pues, incluso cuando tiene sentido y es moral, viene a significar una especie de fracaso de la propia democracia. Es decir: cuando lo que es justo solo puede respirar por las grietas realizadas en el sistema democrático, es claro que este está enfermo, de mayor o menor gravedad.
¿Por qué se echa Martin Luther King a la calle, o por qué desobedece Rosa Parks la ley que le obliga a sentarse a la cola del autobús que comparten negros y blancos? Porque viven una situación de opresión. Es decir: tanto King como Parks deben forzar la norma y desobedecerla porque carecen de los mecanismos democráticos para subvertir su situación. Y esa es, en democracia, la única causa justa para saltarse la ley en busca de lo justo: la imposibilidad de conseguir esto último con los mecanismos habilitados a tal efecto.
Naturalmente, ese no es el caso de Oriol Junqueras. Existen mecanismos reconocidos en la Constitución para alterar democráticamente esta, y todos esos mecanismos estás a disposición de ERC o quien tal cosa persiga. Además, como reconocerá cualquiera que haya pisado esa hermosa tierra en tiempos recientes, Cataluña no experimenta opresión alguna, el pueblo catalán es un pueblo perfectamente libre, y los partidos están en su derecho de promover la separación que ansían al resto del pueblo español, del que aún son parte.
Platón trató en sus diálogos el brete en el que se vio Sócrates cuando hubo de escoger entre huir o cumplir la pena de muerte a la que se vio condenado. Allí explicó la negativa de su maestro a salvarse, pues ello hubiera supuesto, a su juicio, una traición a las mismas Leyes. Ha pasado mucho tiempo, demasiado como para exigir una similar altura de miras en los políticos que surcan el siglo XXI. Pero cabe recordar al señor Junqueras que acudir sin motivo suficiente a la desobediencia civil es un bumerang que fácilmente podría volverse en su contra, pues como recurso gratuito y no justificado (en ausencia de opresión), ¿cómo conseguiría gobernar una eventual Cataluña independiente si cada cual estuviese en su vivo derecho de declararse no sujeto a más ley que la de su propia conciencia?
En una de las escenas iniciales de Bowling for Columbine, de Michael Moore, el director nos sitúa ante la paradoja de un banco que, para atraer a sus clientes, ofrece como obsequio promocional una escopeta. ¿No les parece peligroso, pregunta Moore al responsable del banco en su documental, regalar armas en un banco? Yo, si tuviera ocasión, trasladaría la pregunta a Junqueras, adaptada así: ¿no le parece inquietante, usted que aspira a erigir un Estado —cuyo armazón son un conjunto de leyes de obligado cumplimiento—, incitar a la desobediencia civil? Es de esperar que Junqueras prefiera que sus actos desobedientes no contraigan consecuencia alguna para su persona; pero entonces no tendrá argumentos para castigar a quien, en una eventual Catalunya independiente futura, se niegue a pagar impuestos. Claro que a lo mejor pretende que su caso no sea extrapolable a los demás; en cuyo caso, dado que la fuerza de la ley es, Sócrates bien lo sabía, que a todos nos obliga, lo que estaría propugnando Junqueras es una injusticia en nombre de la propia justicia. Y a eso le podría responder el propio Martin Luther King, desde su cárcel de Birmingham, que la injusticia en cualquier parte es una amenaza para la justicia en todas partes.
You must be logged in to post a comment.