Entrevista a los Anax–Brothers

HCH-3-JE-SUIS-CHARLIE HCH 3 / Marzo 2015

Entrevista a los Anax–Brothers, por David Cerdá

Este tercer número de HCH tiene por delante un reto muy especial: una entrevista a tres bandas, y eso sin contar con el propio entrevistador. Tenemos hoy el privilegio de conversar con Anaximandro, Anaxímenes y Anaxágoras, tres ilustres autores a los que nos referiremos como Mandro, Menes y Goras para simplificar.

Entrevistador: Buenos días, caballeros presocráticos, es un honor tenerles por aquí.

Mandro:         Mal empezamos si empezamos faltando. ¿Nos ha llamado usted presoqué?

Menes:          Qué desfachatez referirse a uno como mero precursor de otro autor. Qué vergüenza.

Goras:            Y además de un tipo que ni se preocupó por el origen de todas las cosas ni nada. Habrase visto…

Entrev.:          A ver, señores, no se me rebrinquen, y no me calumnien a quien no está delante para defenderse.

Mandro:         ¡Usted empezó!

Entrev.:          Reculo y comienzo de nuevo: ¿son ustedes coetáneos?

Mandro:         ¿Por qué, porque nuestros nombres empiezan por las mismas cuatro letras? Es ridículo…

Menes:          No, señor, aquí el amigo Anaximandro es el más viejo, nació veinte años antes que un servidor, que vine al mundo, como él, en Mileto, allá por el 590 a.C….

Goras:            En tanto que yo soy muchísimo más joven, del 500, y nací en Clazomene.

Entrev.:          Entonces ahora, donde ustedes nacieron, queda por Turquía, ¿cierto?

Mandro:         Sí, joven, muchas gracias por recordárnoslo.

Entrev.:          Comencemos por usted, por ser el mayor de los tres. ¿Es cierto que fue amigo del gran Tales?

Mandro:         Claro que sí, imberbe, y muy estrecho. Pero aunque él se ha quedado toda la fama, yo di varios pasos en adelante: donde él habló del arché, yo traje el concepto de ápeiron.

Entrev.:          Ilústrenos.

Mandro:         Ambos, arché y ápeiron, vienen a significar lo mismo, pero hay matices; y como usted sabe, en los matices está el diablo. Arché significa, ya en Homero, el punto de partida, la causa originaria de todas las cosas.

Entrev.:          ¿La materia original o el origen de la materia?

Mandro:         Un poco ambas cosas. Los milesios, sepa usted, éramos un tanto hilozistas, lo cual quiere decir que no hacíamos muchos distingos entre materia y espíritu. O si lo prefiere: la materia no nos parecía algo inerte. De ahí que no nos preocupase, como si hizo Aristóteles, explicar el movimiento de la materia, ¡por estar un poco viva!

Entrev.:          ¿Eso mismo creía Tales?

Mandro:         Eso mismo. Creo que fue por lo que dijo que todas las cosas están llenas de dioses. Antes todo nos parecía más insuflado de vida. Era un mundo más cochambroso que el de ustedes, pero también más interesante. Tales creyó que el arché era el agua.

Entrev.:          La base original de todo.

Mandro:         Eso es. Y ahí es donde el ápeiron sustituye al arché. Verá: a mí, lo de tener que elegir entre alguno de los cuatro elementos (agua, fuego, tierra, aire), nunca me convenció demasiado. Por eso le añadí un matiz de indefinición, algo que después desarrollarían los pitagóricos. Hablamos de algo que jamás se destruye ni muere; una fuente ilimitada. Los cuatro elementos no me valen entre sí, porque unos pueden sacarse de otros. El fuego, por ejemplo, puede sacarse del agua, pues esta al evaporarse va a parar al sol. Etcétera. No: estos elementos deberían ser, a mi juicio, el resultado de la disgregación de un todo original, y por eso se hallan en equilibrio entre sí.

Entrev.:          Una hipótesis interesante. ¿Cuál es su versión, entonces, sobre el origen del cosmos?

Mandro:         Pues yo pienso que debió ser un poco como en los animales y los hombres: hubo de haber cierto embrión, cierto semen, cierta matriz acogedora, y un huevo originario. Sobre ese huevo debieron de producirse procesos alternos de calentamiento y enfriamiento; de ahí debió brotar todo lo demás, en virtud de cierta evolución.

Entrev.:          Esto que me cuenta suena vagamente a algunas cosmogonías de la India.

Mandro:         Sepa que fui el primero que apunté que los hombres provenían de los peces. Ahora parece fácil, pero se exponía uno a muchas risas en mi tiempo por decirlo.

Entrev.:          Me lo puedo imaginar.

Mandro:         Y además inventé un montón de relojes buenísimos. Y tracé el primer mapamundi. Y fui capaz de salvar miles de vidas en Esparta porque supe predecir un terremoto. Y un montón de cosas más que hice y no le cuento por no chupar cámara en esta entrevista.

Entrev.:          Pues muchas gracias. ¿Y usted, señor Anaxímenes? ¿Qué propuso, con qué se enredó pensando?

Menes:          Continué el asunto donde lo dejó mi compadre Anaximandro. Fui su amigo aparte de su discípulo, ¿sabe?

Mandro:         Pero de un modo muy distinto, querido amigo. Yo escribí en un tono poético, en tanto que tus escritos eran mucho más prosaicos, científicos dirían ustedes hoy…

Menes:          Sí. Por eso fui mucho más concreto y me decanté por el aire como arché/ápeiron. Lo que a mí me estimulaban eran todas esas transformaciones que mi maestro dio un poco por supuestas. Expliqué el movimiento eterno como una combinación de rarefacción y condensación. Y mostré que tierra, fuego y agua eran hijos del aire.

Entrev.:          Un poco como Bob Dylan, ¿no? The answer is blowing in the wind

Menes:          ¿Mande?

Entrev.:          Nada, déjelo, son cosas mías. Entonces lo de Tales y el agua como principio de todo…

Menes:          Paparruchas, hágame caso. La clave está en el aire.

Entrev.:          ¿Y tuvo usted éxito con esta tesis?

Menes:          A cascoporro. Fíjese que me lo copiaron los estoicos cuando hablaron del pneuma, y la cosa siguió con la creencia en el éter que todo lo inunda hasta antes de ayer. El aire como vía del espíritu y vehículo de la vida es algo que ya pensaron los egipcios con el ba y el ka (no el Ford, el otro), y fíjese que hálito (y aliento) recoge la misma idea.

Entrev.:          Y en cuanto al cosmos, ¿qué idea tenía usted de su forma y origen?

Menes:          Pues mire. La tierra, que es plana, se ha formado por una compresión de aire, del mismo modo que Podarge, madre de Aquiles, fue fecundada por el Céfiro, que todo el mundo sabe es el dios del viento del oeste. Los cuerpos celestes (inclusive el sol) se forman a partir de la Tierra, como adelantó el gran Hesíodo.

Entrev.:          Sabía usted de todo, por Zeus.

Menes:          No se olvide de lo importante: sin dejar de adornarme con nuestra cultura, conmigo se pasa de una teogonía a ciertas explicaciones físicas. Ese es un salto incalculable y definitivo para la humanidad. Las cosas ya no están a su capricho: existen regularidades. ¿Lo pilla?

Entrev.:          ¡Sí! Con usted, entre otros, se pasa de un pensamiento mitológico a uno científico, pre-científico al menos. ¿Digo bien?

Menes:          Dice perfectamente. Fui uno de los primeros grandes observadores. Si no hubiera existido yo, ¿podría acaso haber existido un Aristóteles? ¡Ni lo sueñe!

Entrev.:          Pues tiene mucho mérito lo suyo, se lo digo de veras. Pasemos por último a usted, Anaxágoras. ¿Qué decía usted sobre el ápeiron?

Goras:            ¿Yo? ¡Nada de nada!

Entrev.:          ¿No era usted de la pandilla?

Goras:            ¡En absoluto! Mire usted, esto no es más que el fruto de una vulgar confusión. A mí se me baraja constantemente con estos dos golfos, cuando lo único que tenemos en común son las primeras tres letras de nuestros nombres.

Mandro:         ¡Sin faltar, chavalín!

Menes:          ¡Eso, un respeto!

Goras:            Bien, de acuerdo: puede que fuera una especie de heredero espiritual de los milesios. Pero, para empezar, yo enseñé en Atenas, no como aquí mis dos indocumentados colegas. Y amisté, fíjese usted, con Pericles, mientras que ellos se movieron en ambientes más bien rústicos, por cultivar. Si acaso, por decir algo agradable, diré que me parezco a Anaxímenes en mi motivación científica y por hacer uso de la prosa. Pero pare usted de contar.

Entrev.:          Vayamos a sus ideas. ¿Qué propuso?

Goras:            Fundamentalmente que nada nace o muere, que todo es mezcla y separación. Lo que pone orden en ese batiburrillo es el noûs, el intelecto. Eso fue lo que puso todo en movimiento.

Entrev.:          ¿Y ese noûs o pensamiento que aspecto tendría?

Goras:            Hágase usted a la idea de cien cerebros estilo Eduard Punset conectados en línea a un generador gigantesco. Algo tremendo.

Entrev.:          XXX

Goras:            Fui el primero que sacó una causa del principio de todo. Explicado de otro modo: desgajé lo que pone en movimiento la materia de la materia originaria. No se me ocurrió, como después a Platón y Aristóteles, que ese super-intelecto tuviera una finalidad, que hubiese una teleología detrás. Pero hay que dejar también algo para los sucesores, usted ya me entiende.

Entrev.:          Entonces el mundo, antes de que llegase el noûs, ¿estaba parado?

Goras:            Así es.

Entrev.:          Me recuerda bastante a la teoría del Big Bang, la verdad.

Goras:            Ya le he sugerido que fui un visionario de la leche. Porque además también dije que este intelecto podría ser infinito, que es poco más o menos por donde anda ahora deambulando ahora Stephen Hawking. Con dos milenios y medio de retraso, ahí es nada.

Entrev.:          Impresionante.

Goras:            Puesto que sostuve que en todo hay una porción de todo y que todo es infinitamente divisible en partes homogéneas consigo misma, ya puede usted apuntarme también como un padre del atomismo. Con cosas como estas alimenté durante siglos los sueños de los alquimistas, pues de mis teorías se derivaba que la carne puede llegar a ser oro (y viceversa).

Entrev.:          ¿Y en cuanto al origen del universo? ¿Qué se le ocurrió?

Goras:            Pues yo lo imaginé como un todo compacto en el que el noûs produce cierta rotación, el crecimiento de ese universo, y luego cierto orden en él. También escribí sobre biología y psicología, ¿se lo cuento?

Entrev.:          ¡Uy! ¡Qué tardísimo se nos ha hecho! Será para otra ocasión. Mi agradecimiento a los tres, ha sido muy instructivo. Y no se me molesten si la gente les confunde: el personal no está para según qué sutilezas.

david-cerda-y-daniel David Cerdá, Sevilla, 11 de febrero de 2015

PARA LEER EN PDF (pp. 41–46): HCH-3-MARZO-2015