Entrevista a Heidegger

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Entrevista a Heidegger, por David Cerdá

Para nuestra entrevista destinada al segundo número de HCH, contamos con el enorme privilegio de poder entrevistar a Martin Heidegger, uno de los filósofos más influyentes del siglo XX.

Entrevistador:    Buenos días, y gracias por atendernos, señor Heidegger. Para nosotros es una ocasión muy especial.

Heidegger:    Me hago cargo.

Ent.:    Háblenos un poco de su vida y orígenes.

Hei.:    Nací en Messkirch, en Alemania, en un medio rural. Mis padres no tenían mucho, de modo que en principio no pude ir a la universidad. Fue gracias a la iglesia que lo conseguí, aunque pese a empezar estudiando teología, luego me alejé de todo eso.

Ent.:    Luego llegó a ser profesor, durante muchos años.

Hei.:    Sí, después de un breve tiempo como soldado. Me codeé con Bultmann y Hartmann, figúrese. Husserl fue mi mentor. Pero entre usted y yo, el viejo chocheaba. Todo ese asunto de la fenomenología… usted ya me entiende.

Ent.:    Aun así, usted le dedicaría su Ser y tiempo.

Hei.:    Soy un tipo magnánimo, ya me va conociendo.

Ent.:    No obstante, en su quinta edición, de 1941, eliminó esa dedicatoria…

Hei.:    ¿Vamos a estar toda la tarde hablando de ese judío? Disculpe el comentario pacoumbralesco, pero yo he venido hoy aquí para hablar de mi libro.

Ent.:    Vamos a ello, pues. Su idea más estruendosa (para las malas lenguas, casi la única) fue el Dasein. ¿Puede explicarnos, así como para que lo entendamos los mortales, en qué consiste este misterioso Dasein?

Hei.:    Pues claro, en realidad está chupado. Resulta que el hombre es un Ser-Ahí porque se halla abocado al mundo; no es comprensible, como pretendían muchos filósofos antes de mí, concebirle como un cogito, en plan yo-conmigo-mismo. ¿Me sigue?

Ent.:    Creo que sí.

Hei.:    El mundo no está fuera del hombre; este último no es comprensible sin aquel, que es su extensión. Todo esto lo cuento fácil-fácil en mi obra capital.

Ent.:    Su Ser y tiempo fue calificado por muchos como la obra filosófica más importante del siglo XX.

Hei.:    ¡Por lo menos! Sin mí no hubieran existido el existencialismo ni la deconstrucción (no me refiero a la de Ferrán Adrià, ese tipo que te monta tortillas de papas en vasos de Martini; hablo de la otra). Allí cuento yo aspectos apasionantes de nuestra existencia, como nuestra facticidad, nuestra existenciariedad, la temporalidad del Ser (y no esa mamarrachada de intencionalidad que se sacó de la manga Husserl), la preocupación y la angustia. En fin, cositas.

Ent.:    Así a bocajarro suena todo horrible.

Hei.:    En alemán mejora bastante. De hecho, a mí hay que leerme en alemán, comprenderme en alemán, adorarme en alemán. En mi alemán, para ser exactos.

Ent.:    Se le ve a usted muy contento de haberse conocido. Se lo digo sin acritud.

Hei.:    Pues no se crea: aunque todo lo estudié y lo entendí todo, tengo mi ramalazo campechano. Si consulta en google verá que a menudo, en las fotos, llevo boina.

Ent.:    Un tipo cercano, sin duda. De hecho usted habló mucho de la vida.

Hei.:    Pues sí, y dije que la vida inauténtica es la del man (en alemán, no en inglés, no se me pierda), esto es, el del “se dice, se comenta”. Ser un ente concreto es no ser (o sea); a eso lo llamo la caída.

Ent.:    ¿Quiere decir en algún sentido moral o parecido?

Hei.:    ¿Ve? ¡Ya se ha perdido! ¿Qué diantres tiene que ver la moral en este asunto?

Ent.:    Disculpe.

Hei.:    Disculpado. Prosigo: el hombre es también Ser-para-la-muerte. El Dasein, ese Ser-ahí que el hombre es, está vuelto hacia la muerte. Solo el Dasein propiamente hablando muere (no fenece, como los animales). Solo el hombre es mortal. Usted dirá que este es un pensamiento poco novedoso, que ya llevaba dos milenios sobre la tierra cuando yo llegué; pero usted dirá eso por ser un ser (ser-aquí, ser-allí o lo que usted quiera) romo, ajeno a los matices, incapaz de rastrear las profundidades de mi pensamiento…

Ent.:    Oiga, que yo…

Hei.:    … no me interrumpa. El Dasein sabe su fin y vive con un ojo puesto en dicho fin. De modo que la muerte ¡es una propiedad del Dasein! Ahí lo tiene usted, criatura; si es un león le come. Léame, léame: “Si la interpretación del ser del Dasein, como fundamento de la pregunta ontológica fundamental debe llegar a ser originaria, entonces ella tendrá primero que sacar existencialmente a luz el ser del Dasein en su posible propiedad e integridad”. ¡Ah! ¿No es prodigioso?

Ent.:    Sin duda, sin duda. Pero deje que ordene mis pensamientos: entonces, ¿qué es para usted lo más importante en filosofía?

Hei.:    Gran fallo. No es el qué, sino la queidad lo que importa. ¿Lo capta?

Ent.:    No demasiado, si le soy sincero.

Hei.:    Mire usted: la cuestión capital, en cuanto atañe al ser humano, es la nada. Ahí está todo. Porque además, no puedo dejar de señalar que la nada nadea. ¿Cómo lo ve? ¡No me dirá que no suena portentoso!

Ent.:    Me deja usted de una pieza.

Hei.:    No le culpo, no es para menos. Es por eso que se ha dicho hasta la saciedad que en la filosofía occidental hay un antes y un después de servidor.

Ent.:    Creo que ahora sé por qué

Hei.:    Lo peor que le ha ocurrido a la filosofía occidental es el descrédito de la metafísica, el olvido del Ser, ¿sabe usted? Ahí se fastidió todo; desde Platón —y hasta que llegué yo, obviamente—, solo se han escuchado boberías.

Ent.:    ¿Y las preguntas por la justicia?

Hei.:    Bagatelas

Ent.:    ¿Cuestiones políticas?

Hei.:    Paparruchas

Ent.:    ¿La reflexión sobre la libertad, la vulnerabilidad de los humanos, la buena vida, el futuro de la especie y el planeta…?

Hei.:    Bla-bla-bla. Oiga, ¿usted no se cansa de repetir clichés moribundos? ¡Madure, señor mío!

Ent.:    Pero oiga, ¿a usted no le parece nada de lo anterior importante?

Hei.:    No, mire usted: lo que realmente importa es el Ser, no los entes. Comprendo que le cueste entenderlo, pero con un poco de instrucción, llegará a captarlo.

Ent.:    Pese a los títulos de sus obras, no es usted lo que se dice un humanista, ¿verdad?

Hei.:    Pues no se crea: autores franceses como Derrida o Ricoeur destacaron mi aportación al debate humanístico. ¡Ah, la France! Simpáticos los gabachos. Ninguno me entendió (ninguno me ha entendido, ¿se lo he dicho ya?), pero me sacaban para dar conferencias y me convidaban a unas cenas pantagruélicas.

Ent.:    Pero usted tuvo que preocuparse en algún momento por la forma de una sociedad justa y por cosas así.

Hei.:    Vamos a ver: el hombre es el pastor del Ser, ¿comprende usted?

Ent.:    ¿Y eso qué diablos…?

Hei.:    Me impacienta su cerrazón. Léame un poco más, ande.

Ent.:    Ya, pero es que entenderle a usted tiene tela. Se gasta usted un lenguaje que…

Hei.:    Hablando del lenguaje, ¿le he comentado mi descubrimiento de que el lenguaje es la casa del Ser?

Ent.:    No, pero lo suyo con el lenguaje merece una pregunta pertinente para nuestros lectores. Se ha dicho sobre su modo de escribir, y disculpe si me expreso en términos coloquiales y no académicos (nuestros amables lectores son personas normales y corrientes), que es “caótico, obscenamente ególatra y en general desquiciado”. ¿Qué tiene que decir sobre esto?

Hei.:    Que son maledicentes infundios. Veamos: “El pensar no es solo l’engagement dans l’action para y mediante lo ente, en el sentido de lo real de la situación presente. El pensar es l’engagement mediante y para la verdad del ser” (Carta sobre el humanismo). ¿Me va usted a decir que eso no lo entiende hasta un niño de ocho años, que es claro y cristalino como agua que brota de manantial?

Ent.:    Oh, cielos.

Hei.:    Pues claro. La gente lo que es es muy inculta. Pero eso no es culpa mía.

Ent.:    Hablando de culpa y de humanismo, ya que estamos. Se ha hablado mucho de su vinculación al partido nazi, de cómo continuó siendo hasta el final un admirador de Adolf Hitler, y de cómo no movió un dedo por sus compañeros y supuestos amigos represaliados por el régimen. ¿Qué tiene que decir sobre todo esto?

Hei.:    Que en tanto no se refiera al Ser en tanto ser es un asunto menor y yo no me mancho las manos con minucias. Creí que eso le había quedado claro, vamos. Todo lo que queda fuera de la metafísica, a mí, plin.

Ent.:    ¿No me diga?

Hei.:    Usted, que es más ente que ser, está todavía enredado en esas tonterías. Pero yo sigo mi camino, voy flechado a la mismidad pura, o sea. Yo ex-sisto, en tanto que usted está por aquí porque tiene que haber de todo. En resumen: la pregunta por el sufrimiento del hombre es indigna, porque no hay dignidad fuera del Ser. Y vaya abreviando que se me hace tarde, joven.

Ent.:    Ya veo.

Hei.:    Por lo demás, el Führer era un tipo admirable, una personalidad magnética y un vegetariano ejemplar. Yo creo que él me apreciaba, ¿sabe? Pero como filósofo del movimiento, prefirió a Rosenberg, que se tomó todas las libertades posibles con el tema de los judíos. Un tipo mediocre, sin duda.

Ent.:    En cambio usted, con los judíos…

Hei.:    ¡Nada de nada! ¡Pero si hasta me hice amante de dos judías! Hannah Arendt y Elisabeth Blochmann; qué dos chicas tan simpáticas. En fin. No le entretengo con mis asuntos privados, que además son solo de mi incumbencia.

Ent.:    En todo caso, en sus conferencias de 1933-1935, no dejó de referirse a la cuestión judía, a la superioridad de la raza aria, y llegó a escribir esto: “Un Estado es. ¿En qué consiste su ser? En que la policía de Estado arreste a un sospechoso”. También dijo que Alemania era “el pueblo metafísico”, el cual sería, y le sigo citando textualmente, “el único capaz de salvar a Occidente del aniquilamiento”.

Hei.:    Siguiente pregunta, si es tan amable.

Ent.:    Mejor terminamos. Rudolph Carnap escribió, que su Ser y Tiempo podía resumirse en tres frases: “Un sándwich de jamón es mejor que nada; nada es mejor que Dios; por lo tanto, un sándwich de jamón es mejor que Dios”. ¿Qué tiene usted que decir a este respecto?

Hei.:    Que ahí faltan pruebas. El argumento es débil, aunque da que pensar.

Ent.:    Muchas gracias, señor Heidegger. No puedo decir que haya sido, estrictamente hablando, un placer. Pero curioso sí que ha sido.

Hei.:    Pues nada, a mandar, Y hablando de la nada…

 

david-cerda-y-daniel David Cerdá, Sevilla, 4 de diciembre de 2014

PARA LEER EN PDF (pp. 37–41): HCH-2-REVISTA-ENERO-2015

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